Creo que dentro del endeble y resbaladizo mundo de la autoestima no hay nada que yo lleve peor que el hecho de que mi barbero esté de vacaciones. Antes de empezar mi delirio, quiero decir que simplemente me parece absurda la idea de ir a otro barbero mientras Sergio no está. Ambos lo viviríamos como una traición.
Solo es pelo. La apariencia es lo de menos. Lo importante es le interior. No es mal mantra, pero tampoco es que mi interior esté hecho de flores, perfume y oro. Más bien es una cosa plagada de vísceras, neurosis y un extraño apego a las cosas que salen mal y que trato de camuflar para parecer funcional ante todo el mundo. No me gustaría que me juzgasen por mi aspecto. Pero me gustaría todavía menos que lo hiciesen cuando no tenga el pelo recién cortado y esté hecho un Cristo. Es como si el destino dijese: “esta persona no tiene el peinado tan definido como hace unas semanas, eso solo puede decir que ha caído en depresión, así que me cebaré con él”. Así funciona, por lo menos a veces.
Hay rituales para la vida social adulta de los que solo te das cuenta cuando te faltan. Un peinado que te haga sentir seguro es esencial. Todo se derrumba, sí, pero gracias a mi degradado y a mi bigote perfectamente recortado no tendremos dificultad a la hora de superar este trance. Qué importante es tener un buen look para las desgracias. Un look acorde. Y también para los triunfos. Estar preparado para todo estilo Trump levantando el puño después del disparo. Con la ropa interior bien limpia por si la palmas y alguien tiene que llevar tu pobre cuerpo a otro lado.
Hace dos años me llamaron de Sálvame, para salir por videollamada hablando con Terelu, sobre no me acuerdo quién de Supervivientes. Sin duda, aquella fue mi oportunidad de saltar al estrellato, pero no pude aceptar. Tenía un aspecto pésimo. Barba de varias semanas, el pelo largo, pinta total de vivir en un parque de caravanas y estar esperando la llegada de los ovnis… Tenía que ir al barbero. Dije que no podía. Que, si querían que saliese, que me avisaran con tiempo para estar guapo. Nunca más llamaron. No sé si quiero triunfar, pero sí sé que, en caso de hacerlo, quiero que la gente que malamente me quiere pueda señalar a la pantalla y decir a ese idiota bien peinado lo conozco yo.
Algunas maldades, algunos odios en el mundo se quedan grabados en la conciencia y producen miedos. Uno siente que, si va perfecto, si lo hace bien, si cumple con lo previsto, una especie de justicia cósmica lo recompensará. Que nada malo podrá suceder entonces, pero eso nunca pasa. Una demolición no se puede evitar con buenas intenciones. Al final, una parte de mi autoestima siempre se basa en tener bajo llave esa parte de mí mismo que menos va a encajar. En guardar secretos. En parecer presentable. Quizás si pudiese parecer otro, si pudiese ir en perfectas condiciones, también el resto de las cosas serían igual de sencillas. Tal vez la vida solo exige un uniforme para encajar, reír y tener amigos en todas partes. Sí. A veces pienso en que todo eso podría estar bien.
Hace mucho tiempo que no cuentas algo supuestamente divertido, me dice Laura. Yo creo que, junto con Ush, ella es la única persona que se ha leído todo lo que yo haya escrito, aunque no me queda claro con qué fin.
Pronto van a volver las cosas graciosas, Laura. La próxima misa va a ser graciosa de mearse, ya verás. Solo necesito que vuelva Sergio y me corte el pelo. Prometido.
Me preguntó si ya regresó Sergio 😅🤞
Te lo compro total. El pelo es básico, hasta para f… ,yo debajo ni de coña, que se me chafa. Así que entiendo perfectamente tu cuita😂