No hay nada más conflictivo en un grupo de personas que explicar una anécdota. Es inevitable la distorsión. Incluso es deseable. Yo les pongo algo de guindilla y salsa picante. Exagero siempre. Entre el recuerdo de encontrarme una moneda en la calle y haber protagonizado un atraco a un banco no hay tanto tiempo de margen. Un mes me basta para reconstruir mentalmente todo lo que me ha pasado y darle forma y sentido. El idiota de Román en busca de sentido. Me gusta que las cosas que me pasan en la vida tengan gracia, ritmo y sentido del espectáculo.
Hay que echarle poética y storyboard a las cosas. A mí me encanta pensar en el pasado. La memoria es una bendición. Tengo la inquietante capacidad de, cuando estoy aburrido o no me noto con confianza suficiente, quedarme mirando a un punto cualquiera sin hablar con nadie y sentirme incluso así cómodo porque estoy recordando cosas. Mi madre lo llama “el modo autista”. Es tremenda la tía. Incorrectísima. La cosa es que tener memoria es como tener un Netflix privado que te lo enciendes y vuelves una y otra vez a donde quieras. Yo de verdad que lo hago todo el rato. A la gente de mi alrededor le tensa. A mí me ayuda a no decir alguna barbaridad inapropiada.
Cuento todo esto simplemente para explicar que en pocos días saco un nuevo libro. Todo esto era publicidad, efectivamente. Soy una rata sarnosa vomitando propaganda. La novela se va a llamar Cuando me disuelva. Es una historia a la que le di muchas, muchísimas vueltas, y nunca llegó a convencerme del todo. Pilarica fue la primera en leerla, hace años, y me dijo que era una cosa ansiosa y llena de rabia y de tristeza. Supongo que era porque hablaba de una historia triste, de un momento triste, de una gente paralizada.
Ahora la historia ya no es la misma. He pensado en ella demasiadas veces, me he encerrado en mí mismo a repasar cada detalle, cada vez que el mundo se me hacía frío y distante. Lo he reescrito una y otra vez hasta tener algo a lo que me gustaría volver, en lo que querría quedarme. Pasa siempre, con cualquier recuerdo. Vale más decirlo para fijarlo, aunque se pierda una parte de su sentido, de su exactitud.
La historia va de mis amigos, y no sé si nos quisimos tanto, si nos veíamos de la misma forma o si el tiempo dejaba la misma ansiedad en nosotros. No sé si todo pasó tal cual dije. Solo he puesto los recuerdos con algo más de luz, como si todas esas cosas hubiesen pasado en primavera.
A lo que tú madre llama "el modo autista" mi hermana llama "la cara de asco", que dicho así en una misma línea suena terrible. Pero sí, caras gemelas. Un gusto leerte, y enhorabuena por la novela!