Hoy quiero hablar de la ropa que me regalan, de los momentos de los que no me he ido y de las veces que he vuelto a ellos.
Yo hace muchísimos años no tenía demasiados amigos, pero los que tenía valían por un mundo. Algo parecido me pasa ahora. La cosa es que una vez uno de ellos vino con una canción en inglés y yo pregunté que de qué hablaba la canción y me dijo que daba igual. Que cerrase los ojos y pensase en algo bonito. Yo no sabía cómo se hacía eso.
Para mí lo de desarrollar algo parecido a la templanza y control era algo que solo pasaba en películas y psicópatas. En las crisis solo conozco el shock, la negación o el llanto. Es un poco sospechoso que la gente no se rompa, que aguanten la totalidad de la vida como un mal día cualquiera. Yo a veces me siento blando y es como si me rompiese un poco todo el rato. Hasta que empiezo a pensar que nada de eso importa tanto. Que si algo no se arregla basta con no darle importancia. Que solo hay que cerrar los ojos y recordar alguna cosa, como si nunca te hubieses ido de allí.
Los últimos 5 años de mi vida me he comprado muy poca ropa, casi toda me la da alguien que ya no la quiere. Me gusta llevar ropas de mis amigos. A veces no es que me la den sino que me la quedo yo hasta que se olvidan de pedírmela. Tener su ropa me gusta, porque me acuerdo de ellos y la llevo los días que me parecen importantes, como si estuviese blindado, como si fuésemos dos. A veces la amistad es más una idea que un hecho. Necesito sentir que hay alguien al lado que va a encargarse de todo si yo colapso, y no tanto pedir que me saquen de esta porque eso no funciona así. Salvaciones las justas.
Mi sudadera favorita me la regaló Mela. Es ancha, de color neutro, no tiene nada, pero es suave. Te la pones y lo sientes como un abrazo. La llevo a todas partes, por lo que pudiera pasar. Hay que tener recursos para cuando vienen mal dadas, y yo los tengo. Solo me hace falta saber que esa gente está en alguna parte. Solo tengo que cerrar los ojos y recordar de qué nos reímos, cómo me hablan, la forma en la que se va el día con ellos, todas las cosas bonitas que nos han pasado.
Hay muchos demonios en el hecho de vivir frenético y sin tiempo, lo peor es no poder distinguir lo que vale de lo que no. Algunas veces me he sentido en el punto exacto en el que tenía que estar. Algunas veces he pensado esto es importante, esto tiene algo de puro y único así que no lo sueltes y concéntrate en grabarlo todo dentro para cuando el encanto se rompa y vuelvas a la diminuta y estrecha vida de siempre. Quédate con cada detalle para pensar en ellos y que sea como volver a vivirlo todo de nuevo cuando te haga falta.
Al final los años te dan templanza, o algo parecido. Sobriedad, sentido del decoro, ese tipo de códigos. También es cierto que desarrollas recursos. Es cierto que pueden venir cosas malas, pero las esperas de otra manera. Ahora tengo muchas cosas bonitas en las que pensar cuando se me hace de noche dentro. Cierro los ojos y en algún punto siempre es de día.
Precioso, Román, me encanta! Mi equivalente a cerrar los ojos y pensar en algo bonito es pensar de qué me puede servir lo negativo que está pasando para aprender sobre mi misma. No siempre es fácil, pero siempre merece la pena