Hoy quiero estar in y por eso voy a escribir sobre la Navidad y también sobre cuando estás muy cagado ante la vida y todo el mundo lo tiene más claro que tú o por lo menos se hace menos preguntas.
Yo con la Navidad me vuelvo idiota perdido estilo telebasura norteamericana solucionando problemas familiares altamente traumáticos con un gorro de Papá Noel en la cabeza. Pues así pero sin solucionar nada. Pero el motivo real por el que me ha gustado siempre la Navidad es porque toda la gente que vive lejos vuelve a casa. Es una forma de reencontrarme con todos los que están persiguiendo sus sueños en forma de dinero en cualquier otra parte del basto mundo.
Con 23 años me acababan de romper el corazón, así que una amiga me dijo de irnos a Escocia a fregar platos y dije que claro, que por qué no. Me puse a mandar emails escritos directamente desde el Google translator a todos los hostales de Edimburgo para que me diesen camita y techo a cambio de quitarles la mugre de las esquinas. La idea me emocionaba más que cualquier otra. Yo no quería tener ningún oficio salvo limpiar platos en una capital europea. Eso sí era lo mío. Ahí iba a estar yo como un rey. En Edimburgo iba a encontrar el amor de mi vida, medir mi ingenio, encontrar mi destino. Aquello sería Concha de oro en San Sebastián cuando volviese para contarlo, poco menos.
Realmente estaba cagado, así que necesitaba algo parecido a una confirmación adulta para dormir en paz por las noches. Le conté mi plan a Marcos, que era algo así como un sátiro de 38 años que por aquella época se convirtió en la principal referencia en la que sostenerme, aunque luego prosperó y se olvidó de mí.
Ese día me contó que la época más feliz de su vida fue trabajando en la radio, en un pueblo perdido en Galicia. No importa el lugar ni la gente, importa la ilusión que le pongas a las cosas, me dijo. Era una frase sabia y yo la retuve en la parte de mi cabeza que retenía las cosas para ir entendiéndolas poco a poco. Era justo eso lo que me faltaba. Ilusión. Yo era un imbécil descreído y sin interés por casi nada, sentía que la vida me había traicionado aunque tampoco es que hubiese habido promesa. Estaba herido y no sabía bien dónde. No había dirección. Pasaba por encima de las cosas sin tocarlas, sin que me tocaran. Era como ver el mundo en blanco y negro.
Al final no me fui a Edimburgo, a mi amiga le salió trabajo en Madrid y se largó. Y yo me quedé con una mezcla entre el desencantamiento y el pánico, las emociones con las que muere todo. El miedo se comió ese supuesto futuro próspero que yo había imaginado. Tenía pánico a irme solo a otro sitio, a ser un inútil, a llegar y preguntar dónde podía dormir y quién me iba a abrazar. A que se me comiesen con patatas y quedase al descubierto que yo no valía para nada.
Ya apenas me acuerdo de esas cosas. Hoy en día el presente es lo suficientemente estresante como para que no pueda quitarle el ojo de encima. Mi Noche Buena ha sido una cosa deprimente porque pillé lo que, con ojo médico experto, consideré un virus que por suerte se me fue rapidito. La cosa es que no hubo ni cordero guisado ni vieiras al horno. Solo la atronadora soledad de mi diminuto piso, todas las pelis de Saw que pillé en Netflix y un insípido pollo cocido con arroz. No me lo pasé mal, la cosa tenía cierta gracia. Ush se apiadó de mí y me sacó de casa a tomar el sol en la playa con un té para llevar. Me habló de que está poniendo orden en su vida. Lunes, miércoles y viernes, gimnasio. Martes y jueves, yoga. Y eso era todo.
-Qué triste que la vida se reduzca a eso, ¿no? Me dijo.
-¿Y cuando tu vida era más emocionante te sentías mejor?
-La verdad es que no.
No hay nada más reconfortante que la playa en invierno cuando hace buen tiempo. Está llena de perros jugando, de parejas haciéndose fotos, de viejos endurecidos bañándose en el Atlántico. Por un rato parece verano, y es como si nadie tuviese que trabajar y por fin hubiésemos decidido dedicar el tiempo a lo importante. La verdad es que ese rato al sol fue curativo, Ush. Esas cosas son las que me hacen realmente ilusión. Y no estaban tan lejos.
Que curioso también he estado con el concepto de la ilusión en la cabeza estas navidades, en las relaciones, en la vida… En fin, nueva por aquí, ya me declaro fan de este lugar
Sí hablamos de ilusión, cada día recibo varias cartas a las que me suscribí en algún momento. No son muchas aunque no hay pocas. Quiero decirte que la tuya es la que más ganas tengo de leer porque es un confirmo al 95, y siempre sienta bien saberse poco especial. Gracias :))